viernes, junio 01, 2007

Félix Guzmán

Sincrodestino...

O como quieras llamarlo. Que ricas las co-incidencias que a veces me trae la vida, para recordarme que una de las miles de cosas por las que elegí venir aquí es para "hacer realidad los sueños de otros, y viceversa" (como me lo dijo Neal).

Fue un sábado, la reunión de nerds del grupo de usuarios Mac, y hace rato que no iba a una. Estuvo buena, larga, sabrosa, técnica, de noticias, de compartir, de "presumir", de conocer gente nueva, de dejar algo, de tomar algo... como siempre lo son. Se fue la "luz" varias veces en la noche, pero como traíamos computadoras portables, la diversión fue ininterrumpida.

Al terminar todo, fui a mi auto para ir a casa. A la hora del pago, en la caseta del estacionamiento del "Sangrons"... oh sorpresa! Estuve 5 horas y solo me quedaban $20 en efectivo, y por supuesto que no me alcanzó. Me bajé y fui al cajero... que estaba descompuesto.

Cuando pregunté si había otro cajero, o dónde había otro, nadie supo decirme. Decidí salir a la calle a buscar un cajero cercano, ya que era "tarde" (mas de las 11 PM).

Justo a la salida del Sangrons, un hombre me abrió la puerta, y asumí que era un "cuidador" de autos o algo así, por lo que le pregunté por un cajero. Me dijo que había unos a unas cuadras pero que mejor tomara taxi, por precaución.

Pedí que me diera señas mas concretas de un cajero Bancomer, y al terminar de explicar se ofreció llevarme en su camioneta, que estaba estacionada justo frente a la puerta de entrada. No sentí duda o mala vibra y le dije que aceptaba.

Me llevó al cajero y en el camino me platicó que se dedicaba a las mudanzas, que trabajaba cerca de ahí. Le había salido un trabajo para el domingo temprano y decidió pasar la noche en su camioneta. Iba a cenar en el Sangrons.

Me sorprendió saber que mi "supositorio mental" era (como siempre) erróneo, que no era un "cuida-carros".

Llegamos al cajero, me bajé y saqué el dinero que necesitaba.

De regreso me enseñó su camión de mudanzas, bastante grande por cierto. Me contó de sus aventuras en el camino y de cómo lo habían asaltado varias veces.

Al llegar al Sangrons, le pedí que me diera sus datos por si se me ofrecía un servicio de mudanzas y para recomendarlo si alguien me preguntaba.

Al entrar de nuevo a la tienda, le agradecí su ayuda y sin pensarlo le di $100. Así es, 100 pesos.

En ese instante me confesó que no tenía ni $10 para cenar, que cuando entraba al Sangrons no sabía cómo le iba a hacer para cenar, y me agradeció mucho la ayuda.

WOW!

Una gran felicidad me invadió, y sentí un gran placer por todo lo ocurrido. Le dije que yo agradecía a "Dios" por habernos puesto en nuestros caminos.

Partimos cada uno por su lado, a continuar nuestras vidas.

De camino a casa recordé todas las enseñanzas (formales e informales) y en especial la frase de Neale acerca de hacer realidad los sueños, y las enseñanzas de Deepak.

Ah, glorioso día!

2 comentarios:

alexander dijo...

Pues que valiente! Lamentablemente la situacion nos ha hecho desconfiar de todo mundo.
Tu buscando un cajero y el ofreciendote un aventon, eso pudo terminar muy mal.
Que bueno que todo salio bien.

Anónimo dijo...

Qué bueno que aún existen personas dispuestas a servir y otras dispuestas a agradecer.
Es cierto, puedo haber acabado mal. Excelente estuvo que acabara de esa manera.
En una ciudad como el DF, esta anecdota es como para llorar... de gusto.
Felicitaciones a los dos.